Precauciones a considerar cuando encontramos en la ruta perros sueltos

Nada más que fijarse en las redes sociales de corredores para constatar que una gran mayoría convive con mascotas en casa, especialmente gatos y perros. Los perros por lo general son una compañía excepcional, y se caracterizan por su enorme fidelidad y amor a sus dueños. Es digno de estudio ver, que aunque permanezcan solos mientras sus amos están fuera de casa, cuando regresan estarán esperándolos felices jadeando y moviéndose frenéticamente como si hicieran años que no los vieran. Desde niño siempre he convivido con perros, y en la última década, no han sido menos de 20 los que han pasado por la propiedad, por lo que estoy acostumbrado a tratar con canes de diferentes razas. Mi experiencia me indica que, al igual que sucede con las personas, no hay dos perros iguales, ya que incluso aunque sean hermanos de camada, los caracteres varían mucho.

Aunque amemos a los animales y seamos dueños de perros,  como corredores, hemos tenido cierto temor y preocupación por nuestra integridad física durante algún episodio con perros sueltos. Un corredor en movimiento es algo que por lo general llama la atención de los perros, tanto por curiosidad como por instinto defensivo. La mayoría de esos encuentros no pasan de ser situaciones desagradables, en las que por unos momentos sentimos desde una simple molestia a miedo de una mordedura, si no sabemos prevenirlos, pueden incluso acabar en ataques con lesiones de consideración.

DUEÑOS IRRESPONSABLES

En buena parte de las situaciones de conflicto y ataques en los que se ven involucrados corredores con perros, el problema no nace de estos últimos y sus instintos animales, sino de la irresponsabilidad de sus dueños. Por norma, los perros deben de ir con collar y correa cuando son paseados por sus propietarios en lugares públicos, pero con frecuencia los dejan sueltos bajo el argumento de que son pequeños o los tienen controlados. No se debe dejar un perro suelto cuando no se tiene real control sobre el mismo, porque aunque lo llamen y den órdenes la mayoría de las veces, el perro hace caso omiso a su dueño y sigue incomodando con su desafiante presencia al corredor. También se da la situación en que en veredas y aceras estrechas, en vez de llevar a los perros atados en corto, los dueños usan con frecuencia correas extensibles que suponen una trampa para los corredores al tratar de evitarlas.

SABER REACCIONAR

Si mientras corremos nos topamos con perros sueltos, en primer lugar debemos mantener la calma y no entrar en pánico, ya que los perros, como otros animales, sienten el miedo en las personas. Dependiendo de la actitud del perro o manada, y de si es callejero o se ha salido de una propiedad, convendrá desde reducir algo nuestra velocidad, hasta ponernos a caminar, e inclusive detenernos totalmente en casos de un ataque inminente. Según nos vayamos acercando a un perro desde lejos podremos evaluar por su postura y actitud si se va a mantener indiferente, si se va a acercar por curiosidad, o si tiene intenciones de confrontarnos. Igual que cuando vemos  un perro moviendo la cola podemos intuir que es amigable, cuando lo observemos parado mirándonos fijamente, con el cuerpo rígido hacia adelante y las orejas atrás, deberemos presuponer que en cualquier momento se puede abalanzar hacia nosotros. El que un perro ladre no necesariamente lo convierte en agresivo, ya que ese es simplemente uno de los mecanismos de defensa que tienen. Lo que denota realmente agresividad es cuando el perro gruñe y muestra sus dientes. Estando en presencia de un perro agresivo que se nos acerque y muestre claros síntomas de querer mordernos, nos detendremos adoptando la silueta de un poste, con los brazos pegados al cuerpo y las manos en alto cerradas. Lo peor que podemos hacer en esos casos es salir corriendo a todo lo que den nuestras piernas, ya que los perros son más rápidos que nosotros y nos darán alcance en una posición desequilibrada y sin posibilidad de defensa. Los expertos recomiendan no mirar a los perros a los ojos directamente para que no lo tomen como una señal de confrontación, sino de soslayo, pero siempre observando qué hacen y la posición en la que están. Esto es complicado cuando no se trata de un solo perro sino de varios. Si el perro se pone a dar vueltas a nuestro alrededor y sigue ladrando, pero sin tomar una actitud de ataque, nos moveremos muy lentamente de perfil sin darle la espalda, paso a paso, alejándonos del perímetro que el perro esté protegiendo. Esto puede llevar minutos, y quizás mientras aparezca el dueño o pase algún carro que nos sirva de protección. En cambio, si gritamos o hacemos gestos bruscos, podemos poner nervioso al animal y desencadenar el ataque. En algún momento el perro dejará de seguirnos y nos ladrará a más distancia, hasta que podamos retomar el trote después de superado el peligro. A pesar de las precauciones que tomemos, en algunos casos el perro se lanzará de todos modos contra nosotros, y en esa eventualidad y por mucho amor que le tengamos a los animales, deberemos defendernos con lo que tengamos a mano como una rama, o a base de patadas, intentando infringir siempre al perro el menor daño posible.